Ir al contenido principal

SANTA CUNEGUNDA, ESPOSA DE SAN ENRIQUE II, EMPERADOR

 SANTA CUNEGUNDA, ESPOSA DE SAN ENRIQUE II, EMPERADOR









En 1014 recibe del Papa Benedicto VIII la corona imperial en Roma con su esposo San Enrique. Ayuda a los pobres y hace construir monasterios e iglesias, como la Catedral de Bamberg. Viuda y sin hijos, se hace monja, prefiere los trabajos más humildes y cuida a las hermanas enfermas. 


https://www.vaticannews.va/es/santos.html


Santa Cunegunda, viuda y fundadora



fecha de inscripción en el santoral: 3 de marzo

n.: c. 980 - †: 1033/1039 - país: Alemania

otras formas del nombre: Kunigunde, Cunegundis

canonización: C: Inocencio III 3 abr 1200

hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


Elogio: En el monasterio de Oberkaufungen, en Hesse, santa Cunegunda, que aportó muchos beneficios a la Iglesia junto con su cónyuge, el emperador san Enrique, y que, tras la muerte de éste, abrazó la vida cenobítica en el monasterio donde se había retirado. Al morir, hizo a Cristo heredero de todos sus bienes, y su cuerpo fue colocado junto a los restos de su esposo, en Bamberg.


Patronazgos: patrona de las mujeres embarazadas y protectora de los niños enfermos.

refieren a este santo: Santa Emma, San Enrique II


Santa Cunegunda era hija de Sigfrido de Luxemburgo y de su santa esposa, Eduviges, quienes la educaron piadosamente. Cunegunda se casó con el duque Enrique de Baviera (el futuro emperador san Enrique II). Este le regaló un crucifijo oriental, idéntico, según parece, al que se halla actualmente en Munich. Algunos autores posteriores afirman que ambos esposos hicieron voto de virginidad el día de su matrimonio; pero los historiadores actuales niegan que haya pruebas suficientes en favor de esa tesis. El cardenal Humberto, que escribió a mediados del siglo XI, no menciona dicho voto y atribuye la esterilidad del matrimonio a un castigo de Dios por las exacciones que Enrique cometió contra la Iglesia. A la muerte del emperador Otón III, Enrique fue elegido rey de los romanos: Wiligio le coronó en Mainz y santa Cunegunda fue coronada como reina dos meses después, en Paderborn. En 1013, fueron juntos a Roma para recibir la corona imperial de manos del Papa Benedicto VIII.


Según cuentan los hagiógrafos de épocas posteriores, santa Cunegunda fue víctima de las malas lenguas, a pesar de la santa vida que llevaba, y hasta su mismo esposo dudó de ella alguna vez. Comprendiendo que su posición exigía la reivindicación de su fama, la emperatriz decidió someterse a la prueba del fuego y atravesó ilesa una cama de carbones ardientes. Enrique le pidió perdón por haber dudado de ella y, a partir de entonces vivieron estrechamente unidos, promoviendo de todas las maneras posibles la gloria de Dios y el progreso de la religión. Pero debe advertirse que no existen pruebas suficientes de esta leyenda.


Cediendo, en parte, a los ruegos de santa Cunegunda, el emperador fundó el monasterio y la catedral de Bamberg, que fue personalmente consagrada por el Papa Benedicto VIII. La emperatriz consiguió tales privilegios para una ciudad que, según la voz popular, los hilos de seda de Cunegunda la defendían mejor que todas las murallas. Durante una peligrosa enfermedad, la emperatriz prometió fundar un convento en Kafungen de Hesse, cerca de Cassel. Así lo hizo en cuanto recobró la salud y, cuando murió su esposo, estaba ya a punto de terminar otro convento para las religiosas de san Benito. Según parece, la emperatriz tenía una sobrina joven, llamada Judit, a la que profesaba mucho cariño y a la que había educado con gran solicitud. Santa Cunegunda nombró a Judit superiora del nuevo convento, no sin haberle dado antes muchos buenos consejos. Pero la joven abadesa empezó a dar muestras de laxitud y frivolidad, en cuanto se vio libre de la tutela de su tía. Era la primera en acudir al refectorio y la última en llegar a la capilla; y prestaba oídos a toda clase de habladillas y las propagaba. Inútiles resultaron todas las reprensiones de santa Cunegunda: la crisis estalló el día en que la abadesa, en vez de asistir a una procesión dominical, se quedó a pasar el rato con otras religiosas jóvenes. Llena de indignación, santa Cunegunda reprendió ásperamente a la culpable y aun la golpeó. Las marcas de los dedos de la santa quedaron impresas en las mejillas de la abadesa hasta el día de su muerte, y ese milagro no sólo convirtió a la abadesa desobligada, sino que ejerció un efecto saludable sobre toda la comunidad.


En 1024, el día del aniversario de la muerte de su esposo, santa Cunegunda invitó a numerosos prelados a la dedicación de la iglesia que había construido en Kafungen. Después del canto del Evangelio, la santa depositó sobre el altar una reliquia de la cruz de Jerusalén, cambió sus vestiduras imperiales por el hábito religioso y recibió el velo, de manos del obispo de la ciudad. Una vez en religión, pareció olvidar que había sido emperatriz y se consideraba como la ultima de las monjas, convencida de que eso era, a los ojos de Dios. Nada temía tanto como aquello que pudiera recordarle su antigua dignidad. Oraba y leía mucho, y se dedicaba especialmente a visitar y consolar a los enfermos. Así pasó los últimos años de su vida. Murió el 3 de marzo de 1033 (o 1039). Su cuerpo fue sepultado en Bamberg junto al de su esposo.


Sobre la vida de santa Cunegunda son más de fiar las crónicas contemporáneas que la biografía de época relativamente tardía; sobre todo, teniendo en cuenta que esta última fue escrita probablemente con miras a la canonización de la santa, que tuvo lugar hacia el año 1200. J. B. Sagmüller (Theologische Quartalschrift, 1903, 1907, 1911), ha estudiado a fondo las razones para descartar el voto de perpetua virginidad de santa Cunegunda y su esposo; cf. A. Michel, ibid., vol. XCVIII (1916), pp. 463-467. Los diversos textos de la biografía de santa Cunegunda, han sido publicados en Acta Sanctorum y en MGH, Scriptores, vol. VII. Existen algunas biografías modernas, más populares que críticas, como la de Toussaint y la de H. Müller; esta última es más bien una biografía de san Enrique y santa Cunegunda. Cf. Hauck, Kirchengeschichte Deutschalands, vol. III, p. 539.


fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_752





Comentarios

Entradas populares de este blog

Secuencia

  Secuencia Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.   Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre,   si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,   doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.   Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.

BEATA LUDOVICA ALBERTONI, VIUDA ROMANA

  BEATA LUDOVICA ALBERTONI, VIUDA ROMANA 01 febrero De noble familia romana, Ludovica Albertoni sufrió un matrimonio forzado y, solo al enviudar pudo realizar su vocación de servicio a los pobres como Terciaria Franciscana, trabajando por la educación de mujeres jóvenes en peligro. Roma la recuerda por la espléndida escultura que Bernini le dedicó.  "En el pasado fui más de mi marido que de mi misma, por lo que no pude dedicarme a ti, oh Jesús. Ahora que vivo sola, dejo de ser mía para ser toda tuya". Nunca fue fácil nacer en una familia noble: es cierto que así se garantizaba la sobrervivencia, pero en aquellos tiempos había tambièn obligaciones muy pesadas a las que había que someterse. Ludovica, nacida en 1474 de los patricios romanos Stefano Albertoni y Lucrezia Tebaldi, lo sabía muy bien y en la plenitud de su juventud tuvo que renunciar a su verdadera vocación para contraer un matrimonio impuesto por sus padres. La oración como una escuela de vida Pero vayamos en orden.

SÁBADO DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

  SÁBADO DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria Leccionario Primera lectura 2 Sam 12, 1-7a. 10-17 He pecado contra el Señor Lectura del segundo libro de Samuel. En aquellos días, el Señor envió a Natán a ver a David y, llegado a su presencia, le dijo: «Había dos hombres en una ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía muchas ovejas y vacas. El pobre, en cambio, no tenía más que una cordera pequeña que había comprado. La alimentaba y la criaba con él y con sus hijos. Ella comía de su pan, bebía de su copa y reposaba en su regazo; era para él como una hija. Llegó un peregrino a casa del rico, y no quiso coger una de sus ovejas o de sus vacas y preparar el banquete para el hombre que había llegado a su casa, sino que cogió la cordera del pobre y la aderezó para el hombre que había llegado a su casa». La cólera de David se encendió contra aquel hombre y replicó a Natán: «Vive el Señor que el hombre que ha hecho tal cosa es reo de muerte. Resarcirá cuatro veces la cordera, por h